lunes, 28 de marzo de 2011

Cleta, la turra adolescente. Volumen 6: Cuidado con lo que deseas.



Cleta entra a su cuarto cargando una bandeja con el desayuno.
Una extraña presencia la sorprende causándole un gran sobresalto, haciendo que la taza y el plato con medias lunas rueden sobre la alfombra.
Un sujeto de lo más extraño está sentado en su cama. Es un individuo morocho, bastante excedido de peso, panzón y con una revuelta melena maradoniana.
"-Quién es usted?....Qué hace acá?", pregunta Cleta, temerosa.
El tipo, sin mosquearse, se agacha, toma una medialuna del piso y asquerosamente la moja en el charquito de café con leche.
Entonces, Cleta puede observar un detalle que la estremece dejándola estupefacta: Dos grandes pares de alas transparentes, parecidas a las de una libélula, asoman por la espalda del desconocido.
"-Vos sos Cleta?", pregunta el intruso.
"-No.....bueno sí......digo, no", balbucea Cleta.
El desconocido exhala un suspiro de hartazgo y se pone de pie.Está vestido con un short pringoso y calza ojotas de goma muy gastadas.
"-Yo no sirvo para este laburo", se queja. "Vos, sos o no sos Cleta?"
La turra adolescente lo mira boquiabierta, como petrificada.
"-Nena!", exclama el extraño, ofuscado. "Qué! No te llega el agua al tanque? Vos te llamás Cleta?"
Cleta asiente con la cabeza, sin dejar de tener la boca abierta.
"-Bien", dice el tipo. "Vengo a cumplir un encargo, así que seré breve y te pido que no me la hagás difícil porque no tengo para todo el día".
"-Disculpe", interrumpe tímidamente Cleta. "Quién es usted?"
-"Yo vengo de allá", dice el sujeto, señalando hacia arriba con el pulgar."Soy un alma en transición"
Cleta lo mira con incertidumbre. Todavía no cierra la boca.
El tipo sacude los brazos, fastidioso.
"-A ver....", exclama. "Yo estoy muerto. Andar por la ruta en bicicleta, con un pedo atómico, no fue una brillante idea. En fin. El asunto es que, como en mi vida no fuí del todo obediente" (hace comillas con los índices) "me condenaron a trabajar un tiempo, a modo de "probation". Debo cumplimentar milagros de poca monta. Y de paso me encajaron estas alas ridículas que pican como la gran p..."
Cleta se queda en silencio, como queriendo asimilar las palabras del desconocido.
"-Quiere decir", inquiere por fin, "que usted vendría a ser una especie de "hado padrino?"
"-Algo por el estilo", responde el tipo, poco convencido con el rótulo."El asunto es que vengo a cumplirte un deseo. Pero ya te dije: Pensalo rapidito porque no tengo para todo el día"
"-Un deseo?"
"-Si! Un deseo! Sos sorda o qué?", exclama el hado, impaciente.
Cleta se queda impávida, pensativa. El tipo la observa en silencio, con exasperación. Después de un rato,siente un impulso incontenible de estrangularla y sacarle el mencionado deseo por la fuerza.
"-Mejor no", piensa. "Sino, me van a dejar haciendo este laburo pedorro toda la vida......o toda la muerte, mejor dicho"
Por fin Cleta habla:
"-Un deseo?"
El tipo está al borde del colapso. Su sangre parece entrar en ebullición.
"-Está bien está bien", se ataja Cleta. "Déjeme pensar un cachito"
"-Cagamos! Voy a estar una eternidad acá", murmura el hado.
"-Un deseo, un deseo. A ver", dice Cleta entusiasmada. "Podría pedir mucho dinero.....no no. El dinero se gasta y después.....No, mejor pido ser hermosa...no, para qué?....Poder!, ahí está. Quiero poder y tener a mis súbditos...no....a los poderosos en el fondo no los quiere nadie"
El hado la mira con evidente aburrimiento.
Mientras el tipo empieza a mirar fijamente la cucharita de café tirada en el piso y al mismo tiempo, la yugular de Cleta, a ésta se le ocurre una idea maligna... para variar:
"-Ya sé qué voy a pedir", dice decidida.
"-Por fin nena!", gesticula el sujeto.
"-Quiero ser hermosa, poderosa y que la gente me ame", recita, sin sonrojarse siquiera.
"-Pero, esos son tres deseos", manifiesta el hado. "Yo te dije un solo deseo"
"-Es un deseo encriptado", aclara Cleta con malicia.
El hado, más cretino que ella, le sigue el tren del engaño.
"-Así que un deseo encriptado? muy bien....muy bien"
"-Entonces", cerrá los ojos", ordena el hado. "Pero sabélo: Los deseos cumplidos no tienen vuelta atrás"
Cleta obedece.
Luego, se hace un largo silencio. Por fin, temerosamente, Cleta entreabre un ojo. El hado padrino ya no está.
Al principio, la turra adolescente cree que la peculiar visita se trataba de un loco que se había colado en la casa.
Pero siente algo extraño. Ella se siente distinta. Algo no está como antes.
Cleta se aproxima lentamente al espejo y la imagen que le devuelve la asusta de tal manera que dá un salto hacia atrás.
"-Ay! La puta madre!", exclama.
La persona del espejo no es Cleta. Es su hermana Cristina.
Ella pidió claramente ser hermosa, poderosa y amada por todos. El hado, ladino, la convirtió (físicamente claro) en la mismísima Cristina.

Sin que Cleta disponga de tiempo para asimilar el trance, alguien golpea la puerta del cuarto.
"-Cleta. Apurá a vestirte. Me tenés que acompañar a Congreso. Hoy tenemos que asistir las dos juntas. Dale!". Es la voz de Cristina; la verdadera.
"-Si, si. Ya voy", contesta Cleta con una voz idéntica a la de Cris.
"-Qué te pasa nena? Estás mal o te hacés la graciosa?"
"-No no. Tengo la voz un poco tomada", dijo carraspeando fingidamente.
"-Pero! Esta piba. Siempre lo mismo. No me extrañaría que se enferme adrede para no acompañarme", dice Cris, mientras se aleja por el pasillo.
"-Dios mío!", gime Cleta. "Y ahora qué hago?"
Se acordó del hado padrino, y se maldijo a sí misma por haber tratado de engañarlo.

Más o menos una hora después, Cleta se animó a salir de su cuarto. La casa estaba en silencio; todos, Cristina y sus colaboradores, se habían ido.
Desciende subrepticiamente la escalera y entra a la cocina. Para asegurarse de que no hay nadie, espía por la ventana. Aníbal, el rotwailler de Cris, le gruñé desde el patio.
"-A este sarnoso no hay forma de engañarlo", profiere con rabia.

"-Cris, qué hacés todavía acá?", la sorprende una voz a sus espaldas.Es Florencio, uno de los colaboradores más allegados de Cristina.
"-Yo....este.....estoy.....", titubea Cleta.
"-Creí que ibas a Congreso. Bueno, mejor que te quedaste. Tenemos que ir rápido a la inauguración de un comedor infantil", manifiesta Florencio.
"-Inau-gu-ra-ción?", titubea Cleta.
"-Si. Otra inauguración", dice Florencio y sonríe."Nos la pasamos inaugurando cosas. Pero qué raro que no te acordaste. Vos recordás siempre todo......te noto rara......te sentís bien?"
"-Si, si. Estoy bien. Por qué no iba a sentirme bien, argentinas y argentinos?", dice Cleta, emulando torpemente los gestos de su hermana.
"-Bueno, vamos. El helicóptero está listo", apura Florencio.

Ya adentro de la nave:
"-Adonde vamos?", pregunta Cleta, evidentemente nerviosa por el temor a ser descubierta.
"-A inaugurar el comedor infantil "Pedófilo Cubillas", en el barrio "La puñalada comunitaria", responde Florencio.
"-Dios mío! Me van a linchar cuando se den cuenta!", solloza para "sus adentros", la impostora.
De pronto, Cleta siente algo que le incomoda los pies.
"-Hay algo acá abajo que no me deja estirar las piernas", dice.
Uno de los pilotos se agacha y descubre un par de pantuflas de peluche con la cara de Mickey.
"-Ah. Estas son las que buscaba De la Rúa. Mire dónde las había dejado"

El helicóptero sobrevuela un barrio de la periferia del GBA. Miles de personas saludan agitando pañuelos y moviendo los brazos.
"-Creo que voy a vomitar", se queja Cleta.
"-Cris. Te sentís bien?"
"-Si si. Terminemos de una vez con esta patraña"
"-Perdón?", dice Florencio, asombrado.
"-Migraña. Tengo una leve migraña"

"-Está rara", murmura uno de los pilotos.

La nave aterriza y Cleta, junto con Florencio y un grupo de personas que la esperan se dirigen por un pasillo de vallas abierto entre la multitud hacia un escenario dispuesto en el centro mismo del humilde barrio.
Florencio, llevándola suavemente de un brazo, la ubica frente a un micrófono y desaparece como por arte de magia. La multitud, escandalosa de amor hasta ese instante, hace silencio abruptamente.
Cleta está ahí, boquiabierta, frente a la muchedumbre expectante.
Entonces, en uno de sus arrebatos de maldad que la caracterizan, capta la oportunidad que tiene ante sí.
Cleta dice:
"-Argentinas y argentinos. Hoy vine hasta estos apestosos andurriales para decirles que los odio. Los odio con toda mi alma!"
La multitud, contrariamente a lo que creía Cleta, bramaba de felicidad.
Envalentonada, la turra sigue agrediendo:
"-Les digo más. Si me eligen de nuevo, es porque son una manga de retardados mentales que no se merecen ni un puto peso del estado. Quién los manda a tener hijos como conejos? eh?"
La multitud sigue amándola. Entre llantos y gritos de agradecimiento, proclaman a viva voz: "Fuerza Cristina!"
Confundida, Cleta prueba con una embestida ulterior:
"-Y, saben qué? Yo me muero de la risa a la noche, acordándome de sus caras feas y malolientes. Váyanse todos a cagar!"
Ya no puede continuar porque la multitud delira al borde del paroxismo. El hado cumplió con lo propuesto: Todos la aman.
"-Pero, no escucharon un pomo de lo que dije", cavila confundida.
Florencio se le acerca, enjugándose una lágrima que le corre por la mejilla.
"-Qué discurso! Emotivo como siempre"
Florencio la toma de nuevo de un brazo. Cleta, se deja conducir, pero pregunta:
"-Y ahora? Adonde vamos?"
"-A saludar a la gente. Como siempre"
Sin tiempo a resistirse, Cleta se ve rodeada de personas. Todas con sus manos extendidas. Todos llorando, alabándola, queriendo tocarla y besarla como si fuera una santa.
"-Ay no!", grita con repugnancia. "Pobres! Pobres por todos lados! No lo resisto. Florencio! Hado padrino y la rep......."



Cleta abre los ojos penosamente. Se encuentra tirada en su cama. Está a salvo en su habitación. La cabeza parece que quiere despegársele del cuerpo y un vaho de vómito amenaza con hacer eclosión en su boca. Son síntomas de una resaca de aquellas.
A duras penas se sienta en la cama.
Botellas vacías de vodka, vino tres cuartos, caña Legui y hasta una damajuana, descansan desparramadas por doquier.
Desde la cama, alcanza a ver su rostro demacrado en el espejo. Es la Cleta de siempre.
En un débil acceso de memoria recuerda lo ocurrido la mañana anterior:
"-Ay!", rezonga. "Es la última vez que invito a desayunar a la Pato".