Era una larga fila de personas.
“Treinta mil”, pensaba yo.
Entre cada uno había un metro de distancia.
“Treinta mil”, pensé. “Son muchos”.
La cola partía del Obelisco. Se extendía hacia el sur, por la 9 de Julio.
“Treinta mil”, dije en mi sueño. “Treinta mil metros son treinta kilómetros”.
Me vi, de pronto, aferrando el manubrio de una vieja bicicleta. Monté la misma y me eché a andar a lo largo de aquel monumento humano.
“Treinta kilómetros. Esto es hasta Burzaco”, pensé.
Todos estaban parados derechitos, miraban hacia delante. Todos serios, pero con un gesto tranquilo, distendido diría, para nada dramático.
Hombres, mujeres, niños, ancianos y adolescentes, todos formaban parte de esta línea que se extendía por la autopista.
“Treinta kilómetros hasta Burzaco, más o menos”, pensaba yo.
Así seguí yo mi viaje, bajando por la avenida Pavón, mirando uno por uno a esos rostros. Quería retenerlos en mi memoria, tratando de no olvidar a ninguno.
“Pero son treinta mil”, pensé.
A la altura del puente de Escalada, formando parte de esa fila, encuentro a mí amigo, el negro Mamani.
“-Eh, Pato! Qué hacés acá?”, me dijo, mostrando de par en par sus dientes equinos.
“-Qué hacés vos. Permiten extranjeros en esta fila?”, le dije, cargándolo.
Él, sin dejar de sonreír, esperó que me acercara y me dio una leve trompada en el hombro.
“-Soy jujeño, lacra”, me dijo.
“-Decíme, no trajiste algo para fumar? Una tuquita aunque sea?”, me dijo.
“-Ay, no. No tengo”, le dije contrariado.
“-Pero, qué careta sos! Dejáte de joder”
A mí me empezó a invadir un sentimiento de angustia.
“-Negro. Vos no tenés que estar acá, entre esta gente. Ellos son de otro palo. Vos sos un triste chorrito. Dale. Venite conmigo”, le dije apenas conteniendo el llanto.
“-Ey! Amigo…amigo. Todo está bien ahora. No te des manija.
Usted siga su viaje. Todavía te falta bastante para terminarlo”, dijo sin dejar de sonreír.
Yo emprendí la marcha.
“-Ey, Patito! Gracias!”, escuché a mis espaldas.
Yo me di vuelta y lo miré inquisitivamente.
“-Por haberte ido en ese tren. No hubiera soportado tenerte acá al lado mío, quién sabe hasta cuándo”, me dijo.
Yo, seguí andando.
“-Me falta un toco”, pensé.”Treinta mil…son muchos”.
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